N.H.C.
“Fue mucho más de lo que esperaba, hubo momentos duros porque era imposible no pensar en mis hijos cuando veía a los niños hospitalizados…. Pero fue muy emocionante saber que se puede hacer reír a los niños en un hospital…” Lo dice Alberto Moros, “payaso novato” que se estrenó con los Clowntagiosos hace poco más de dos semanas.
Clowntagiosos es una asociación sin ánimo de lucro fundada en 2008 por unos jóvenes estudiantes de Medicina. Querían demostrar el poder curativo de la risa en los niños enfermos y lo consiguieron.
El proyecto creció y, ahora mismo, forman parte de él 21 personas que nada tienen que ver ni con la Medicina ni con las Artes Escénicas. Hay amas de casa, profesores, transportistas, ingenieros, químicos…. La más joven tiene 24 años. El mayor, 60. Pero todos dejan de lado sus vidas una horas para ponerse la nariz roja de payaso.
Todos los jueves, cuatro voluntarios de la ONG visitan las habitaciones de las cuatro plantas donde hay pequeños en el Hospital Miguel Servet de Zaragoza: cirugía, pediatría, oncología e infecciosos. La idea es que niños y niñas se olviden, por un rato, de dónde están y lo que están pasando, desconecten, disfruten y se ilusionen. Los voluntarios se organizan en parejas: un veterano y un novato porque, como explica Alberto “lo que encuentran en las habitaciones no es fácil y los que llevan más tiempo saben afrontar más situaciones”. Se preparan en la Escuela de Payasos durante meses cuatro meses, todos los sábados, cuatro horas. La primera lección la tiene grabada a fuego: no juzgues a nadie, ni a ti mismo. Además, aprenden protocolo de hospital, higiene, a escuchar y, por supuesto, canciones, trucos de magia, sketches...
No saben quién está detrás de cada puerta a la que llaman ni qué enfermedad tienen. Por ejemplo, la primera habitación a la que él entro era la de “Inés, 13 años”. Dentro, Inés, con Síndrome de Down y que había sufrido una parálisis cerebral. Alberto asegura que pensó “¿Y ahora qué?” Pero Ana, su compañera “veterana curtida en estas guerras comenzó a cantar, sacó unas plumas con las que acariciaba la piel de Inés. No había reacción pero escuchaba, sentía”. Alberto recuerda como el padre se emocionó y les dio las gracias por hacer diferente ese rato en el hospital. “Si vives algo así, sales de la habitación, te derrumbas pero tienes que coger aire, recuperarte y seguir porque te esperan otros niños en otras habitaciones a los que tienes que hacer reír…”
Cada habitación es un mundo. Ellos solo saben el nombre y la edad del paciente.“Lo normal es que los pequeños sonrían al vernos entrar, se les note alegría en la cara, aunque también hay quienes están cansados, no tienen ganas, están enfadados porque no quieren estar allí o te miran con recelo como si te preguntaran ¿Tú qué pintas aquí?” explica Alberto. Y ¿consiguen su misión? ¿consiguen que sonrían? “A veces, es difícil pero casi siempre lo conseguimos. Si alguien nos dice que no quiere, pues nos vamos y no pasa nada. Pero hay veces que vemos que el pequeño dice que no pero, en realidad, tiene curiosidad. Y le solemos decirle que es una pena porque teníamos un mensaje muy importante para él o empezamos a interactuar entre nosotros o con los padres… Y, poco a poco, les convencemos”. Están apenas cinco o diez minutos en cada habitación pero. para los niños y sus familias, es una vida, un soplo de aire fresco en la rutina del hospital.
Asegura Alberto que emociona la reacción de los pequeños. Pero más la de sus padres que agradecen que un desconocido dedique su tiempo “a ayudarles en un momento complicado, a hacer feliz a su hijo sin esperar nada a cambio”. Aunque consiguen mucho a cambio.“La satisfacción que tengo al salir del hospital tras hacer reír a los niños enfermos no se puede pagar… Y, además, hago partícipe a mis hijos de 3 y 6 años, les cuento todo cuando llego a casa. Como padre, quiero persona, quiero que mis hijos valoren lo que tienen, lo material y lo inmaterial como la salud, que sean agradecidos, que aprendan a disfrutar… Y todo lo que experimento con Clowntagiosos me enseña a ser mejor persona y a educarles a ellos”.
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Puedes colaborar con Clowtagiosos: con aportaciones económicas para renovar el material con el que visitan el hospital. Además, cuentan con tarjetas regalo para bodas por el precio de dos euros que incluyen una nariz de payaso.