Las muchas razones para escaparse o volver a Moncayo este otoño

N.H.C.

Alcalá de Moncayo

Seguramente los que construyeron el imponente muro de piedra de un kilómetro que protege al Monasterio de Veruela no imaginaban que, nueve siglos después, ese muro iba a proteger el recito de un incendio que se quedó a metros y que parecía recorrer una de las “Cartas desde mi Celda” que Bécquer escribió en esta maravillosa celda… Veruela es, sin duda, una de las mejores razones para volver o visitar esa zona, pero no la única. Lo son también los impresionantes colores que ya toman los árboles caducos de Moncayo; Trasmoz y su castillo en una postal que no ha cambiado tras el incendio; el mítico EcceHomo que alberga el primer santuario para peregrinos de nuestro país, en Misericordia. Y la siempre majestuosa Tarazona. Y Borja, o los castillos de Bulbuente o Grisel, ahora hoteles, y el de Añón, ahora viviendas. Y el mudéjar que se esconde en Vera y en Alcalá, el o el mirador con mejores vistas de Moncayo que hay en El Buste.

La lista de atractivos de esta zona es interminable y, aunque el fuego ha cambiado parte de la imagen del camino, merece la pena llegar. El fuego que empezó en Añón, arrasó 8.500 hectáreas pero los bomberos consiguieron que no entrara en el Parque Natural, que es a una hora en coche de Zaragoza, la mejor opción para acercarse a la naturaleza en toda su dimensión en estos meses otoñales. Imprescindible visitar los bosques de hayedo más al sur de Europa, visitar el Centro de Interpretación de Agramonte, comer en el restaurante o emprender alguna ruta familiar por el resto de bosques de carrascas, encinas, pinos silvestres. Además, si ascendemos algo en sus 2.315 metros, veremos como la flora y la fauna se adaptan a la altitud y cambian el paisaje.

hayedo en el moncayo

Aunque antes de adentrarnos en Moncayo, podemos acercarnos a ver el mítico EcceHomo cuya restauración fallida por parte de Cecilia Jiménez lo convirtió en un símbolo pop mundial. La carretera a Misericordia, desde Borja, sí nos dejará ver la dureza del incendio, con árboles teñidos de negro que se mezclan con las hojas anaranjadas y verdes perennes. Dicen que el boom es tal, que siguen llegando visitantes de todas partes del mundo ajenos a lo que se vivió en la zona en agosto. Y la verdad es que se respira paz en la plaza del Santuario, construido en el siglo XVI para peregrinos y que ahora alberga pisos, y también el museo dedicado a la mujer que les ha dado fama mundial.

Misericordia estaba en fiestas cuando empezó el incendio y les desalojaron. Sorprende que en algunos puntos aún haya banderines colgados en las calles, como si el tiempo se detuviera ese día. También estaba Vera de fiestas y allí siguen los banderines. El fuego rodeó esta población conocida por tener en su municipio el Monasterio de Veruela, que cerró sus portales con el fuego a metros. Se ha teñido de negro el precioso paseo que unía el pueblo con el recinto monacal, y también la arboleda que rodea la mítica cruz negra de Bécquer, en la que esperaba el correo de Madrid, a metros de la entrada. Pero el Monasterio permanece impasible.

Dentro, como si nada hubiera pasado, nos espera la belleza de siempre: la iglesia, el refectorio o el claustro, con 271 capiteles que recogen la flora y la fauna de Moncayo ubicados en el sol o la sombra como estarían en la natural, todo un juego de lógica para niños y mayores. Otro juego que no falla: buscar la imagen del diablo, dos que se hayan encontrado, y que justificaban la presencia del mal en el Monasterio. También podemos visitar el Espacio de los Hermanos Bécquer y ver no solo como Gustavo Adolfo fue el mejor cronista y puede ser aún ahora nuestro mejor guía por la zona; si no también los dibujos de Valeriano que han servido hasta para restaurar el patrimonio. Y Veruela acoge también el Museo del Vino de la DO Campo de Borja y una pequeña tienda con productos de la zona.

Museo del vino

El vino, los viñedos, las bodegas, muchas de ellas con visitas, y el paisaje de la Ruta de la Garnacha son otros atractivos intactos que bien merecen una visita en otoño. Como Trasmoz, el único pueblo excomulgado de España. Con un castillo que es un referente para toda la comarca y que acoge un Museo de la Brujería. Las brujas, como la poesía, están en muchos rincones de este pequeño pueblo y son un aliciente más. Además, si se prepara la escapada con tiempo, nos podemos apuntar a de las catas de pan sin gluten de El Trasmocero, que impulsa una mama que no dudó en emprender para poder hacer pan y dulces para su hijo pequeño. La propuesta incluye, a veces, quesos de El Acebo o una cata de miel de Apicultura de Ambel.

Son muchas las razones para visitar de nuevo Moncayo y sus pueblos con su rico patrimonio. Y lo es, también, por las muchas enseñanzas que los árboles o el paisaje quemado nos dan. Desde la mano del hombre detrás de casi todos los incendios a la responsabilidad en el mantenimiento y la conservación del medio natural. Porque sorprende ver cómo los campos trabajados y limpios se libraron del fuego o ver cómo, apenas dos meses después, la naturaleza se recupera y empiezan a brotar algunos matorrales en un territorio que sigue muy vivo.

Arbusto quemado y ya brotando. Camino a la Misericordia
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