Por Enrique Abenia, crítico de cine.
Siempre se habla de la muerte y resurrección del ‘western’, un género que está bien presente para los aficionados. La película de animación ‘Calamity’ atrae en primer término al cinéfilo, pero también está enfocada al público familiar, en concreto al que busque una propuesta diferente en cuanto al canon habitual en el aspecto visual, en apariencia sencillo pero muy cuidado. Constituye un pequeño hallazgo que puede gustar tanto a los niños (mejor a partir de 7 años) como a los acompañantes adultos.
La producción francesa, dirigida por Rémi Chayé, imagina la infancia de Martha Jane Cannary, es decir, Calamity Jane, una de las figuras del imaginario del salvaje Oeste, enfoque que en absoluto supone que haya violencia. La historia muestra a una niña que por su valentía y determinación no encaja con la mirada social de su época, situación que remite al clásico perfil del diferente y que conlleva un mensaje sobre feminismo e igualdad que fluye con total naturalidad. La descripción del personaje resulta estupenda.
La narración acontece primero en el marco de esas caravanas de familias que emprendían largos y duros viajes en busca de una vida mejor. Martha Jane atiende a sus hermanos pequeños y, a raíz de que su padre quede herido y necesite reposo, decide aprender a llevar el carro, acción mal vista en aquel microcosmos. El doble hecho de que prefiera vestirse con pantalones para ir más cómoda a caballo y de que se corte el pelo tras una pelea en la que le cogen de la melena simboliza la actitud de la joven así como orienta acerca del tipo de recelo que genera.
Cuando el grupo, influenciado por los prejuicios, cree que ha colaborado con un oficial que había ofrecido su ayuda a la caravana y que antes de marcharse roba varios objetos, ella se lanza a resolver sola el problema y a hallar a ese hombre. Entonces el relato se amplía y comienza una sugerente aventura al estilo de las de Huckleberry Finn y Tom Sawyer definida por la amistad (el huérfano con el que se encuentra), los líos (cuando escapan de los tramperos así como del coronel y del ‘sheriff’ del pueblo) y sobre todo por la experiencia que enriquece y contribuye a forjar la identidad. Como apunte extra, el retrato de la mujer propietaria de la mina que echa una mano a los dos menores enlaza con el mensaje central.
